v A principios de la edad media, el lunes, o segunda feria, estaba
consagrado al culto especial del Hijo de Dios, la sabiduría eterna; más
adelante fue dedicado al Espíritu Santo, para implorar su asistencia al
principiar las tareas de la semana, y finalmente en el día se consagra al
alivio de las almas del Purgatorio, pero es una devoción libre y voluntaria que
la Iglesia aprueba sin prescribirla.
v El martes, o tercera feria, está generalmente consagrado al
culto de los Santos Ángeles y en especial alÁngel custodio. ¿No advertís cuán
ingeniosa es la piedad para conservar en el hombre interesante recuerdos,
nobles ideas de sí mismo y vivos sentimientos de la gratitud? Creedme; cuando s
ehace al hombre reconocido, se le hace al mismo tiempo bueno (Amalar. Divin
ofic. Lib. IV, c. 13El miércoles, o cuarta feria, es el día elegido por la
devoción para honrar a San José, y alcanzar la gracia de una buena muerte.
v Desde los siglos apostólicos ha sido el miércoles el objeto de
una devoción particular en la Iglesia de Oriente y en la de Occidente (S.
Epiph. Haeres. III, n. 22): era un día de estación, es decir de ayuno y de
reunió en los sitios de oración o en los sepulcros de los mártires, a donde
acudían muy temprano, y no salían hasta la hora nona, es decir hasta las tres
de la tarde en que acababa la misa y el pequeño ayuno que se practicaba en este
día. Llamábase “pequeño ayuno”, porque tenía tres horas menos que el de la
Cuaresma, de las cuatro Témporas y de las vigilias de las grandes festividades,
y porque no era de obligación tan estricta, al menos en Occidente Albaspin.
Observ. Lib I, c. 16; tertul. De Orat.Iguales ejercicios de piedad y de
penitencia se practicaban el viernes o sexta feria. ¿Deseais por qué había
consagrado la Iglesia estos dos días a reanimar la devoción de sus hijos con el
ayuno y la oración? En conmemoración de lo que sucedió a Nuestro Señor la
antevíspera y el día de la Pasión. En el miércoles recordaba a sus hijos el
consejo de los judíos, en que se había resuelto dar muerte a Jesucristo, y en
el viernes les mostraba la ejecución del proyecto deicida. La Iglesia ha
creído, por consiguiente, ¿y quién puede vituperarla? Que los crímenes de los
hombres, verdadera causa de la muerte del Hijo de Dios, deberían ser para sus
hijos un motivo de tristeza en estos dos días de la semana, así como su
resurrección era para ellos motivo de consuelo y regocijo en el día domingo (S.
Aug. Epist. XXXVI. Ad Casul. n. 30; Baron. Ann. 34, n. 168).La Iglesia griega,
a pesar de sus tribulaciones y de las diversas revoluciones que ha sufrido, ha
conservado hasta nuestros días la costumbre de ayunar todos los miércoles y
viernes del año, con pocas excepciones. En la Iglesia latina, el ayuno de estos
días fue libre hasta el siglo IX, pero se cambio después en simple abstinencia.
La del viernes fue muy pronto considerada como de obligación, y pasó a ser de
ley. Las abstinencia del miércoles y del sábado fue libre hasta el siglo XIV,
pero habiéndose abolido paulatinamente la del miércoles, se fortaleció de tal
suerte la del sábado, que llegó a ser tan indispensable como la del viernes
(Tomas. De los ayunos, parte II, c. 55, n. 3, 4 y 5.)
v El jueves, o la quinta feria, se refiere, como sabéis, a un
recuerdo tan consolador, que los fieles han honrado este día con un fervor
particular. El Hijo de Dios instituyó en un jueves el Sacramento de
laEucaristía, en el cual lega al género humano para siempre su carne y su
sangre para que la comamos y la bebamos: Sacramento (Ver: Sacramentos) augusto
que constituye al Salvador, triunfante en el cielo, en compañero de nuestra
peregrinación, y en prisionero de su amor en nuestros tabernáculos. Los jueves
del año parecen haber sido destinados, especialmente desde la institución de la
festividad del Corpus, a renovarla, por los oficios públicos, como por las
devociones particulares; de modo que casi sucede todos los jueves del año,
relativamente a la fiesta del Corpus, lo que todos los domingos respecto de la
festividad de Pascua, es decir, que son aquellos una octava continua del
misterio de la Eucaristía, como estos de la Resurrección.
v El viernes, o sexta feria, está consagrado a la Pasión. En Una
gran parte de la cristiandad se cerraban en este día los tribunales (Sozom.
Lib. I, c. 8) y el ayuno se observó en él tanto en Oriente como en el Occidente
hasta el siglo IX. En esta época se trocó en una simple abstinencia, pero de la
cual hizo la Iglesia una ley tan rigurosa que solo dispensa de ella en la
fiesta de Navidad, cuando cae en viernes (Tomas, de los ayunos, parte II, c. 14
y 15). Los fieles tienen costumbre de añadir a las tres de la tarde de este día
a la abstinencia la recitación de cinco Padre nuestros y cinco Ave María, en
honor de las cinco llagas de Nuestro Señor.
v El sábado fue durante muchos siglos tanta fiesta como los
domingos, y esto por varias razones: en primer lugar para honrar el descanso
del Señor después de la creación, y recordar al hombre que también él, imagen
de Dios, creaba en cierto modo durante esta vida, y que entraría un día en el
sábado, o el descanso eterno, figurado por el séptimo día. En segundo lugar, se
recuerda que el Salvador había escogido con frecuencia el día del sábado para
hacer curaciones y milagros, y para ir a predicar en las sinagogas. Esta
consideración decidió al emperador Constantino a dar su ley para que se honrase
particularmente el sábado (Eusebio, Vit, Const. Lib IV, c. 18, pag. 524)
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